Los musulmanes dicen que por lo menos hay que ir a La Meca una vez en la vida, ya que allí fue donde nació el profeta Mahoma…

Pues bien, para todo trialero, Robregordo es uno de nuestros lugares sagrados, ya se que hay otros muchos lugares de culto al trial y muchas carreras más antiguas y con más solera, por ello todas deben ser consideradas como nuestra “Meca” y habría que ir una vez en la vida a participar o como mínimo a verlas, hablo de Les CIngles, SSDT, Pobladura, Los Ángeles de San Rafael, Maeztu, Cabrianes, All, Santigosa, Aywaille, Ventoux, Mont Panisel… 

Pero hablando de Robregordo, el participar es el volver al pasado, no tan lejano pero sí glorioso si hablamos de las motos españolas, las que llenaban las carreras y eran las dominadoras (aunque fueran a manos de pilotos extranjeros) de las pruebas. 

El olor a aceite quemado, el ruido a “lata” de las dos tiempos de toda la vida, las motos con las que muchos de nosotros hemos crecido  que ahora son objeto de culto para la mayoría de gente joven (y no tan joven), la camaradería, el ambiente, la gente que por encima de la prueba va a divertirse, a disfrutar de una zona increíble para hacer trial y en la que sólo permiten el paso durante esa carrera ya que durante el resto del año está prohibido.

Retroceder 30 años en el tiempo y en la concepción del trial, nada de trancos imposibles de pasar (o que sólo los pasan dos o tres pilotos), es armonía, es fuerza, es destreza, es habilidad, es música en movimiento… esto es el TRIAl con mayúsculas, el que se hacía hace tiempo, el que debería ser y el que estas pruebas como Robregordo, evocan su ADN, en su concepción, en su estilo de vida…

Por esto y por muchas cosas más, hay que estar en Robregordo, hay que participar en Robregordo, hay que ir a ver Robregordo, por lo menos una vez en la vida.

Allí nos vemos.

Un saludo.

Fili